5.5.13

LIMPIAR LA CARAVANA, CRUZAR EL DESIERTO


- Mírate.

- Quita de en medio.

- No es seriedad lo que transmites con esos guantes amarillos y todos esos productos de limpieza entre los brazos, y encima se te van a caer, mírate, es patético, ahí, en el espejo, mírate, todos esos líquidos fosforitos apretados contra tu estómago.

- He dicho que te apartes.

- Un hombre no le saca la mierda a su caravana y cruza el desierto para sentirse [flexión de dedos, gesto de entrecomillar] hombre, Feicq, no es cuestión de orgullo ni de pelotas, no se trata de fumar cigarros en mitad de una planicie arenosa ni de contemplar la estrella Polar mientras suena a toda ostia tu querido Frank Zappa.

- Flux viene conmigo.

- ¿En serio?, ¿jugarás con Flux en mitad del desierto Feicq?, ¿le tirarás palos al bueno de Flux y te revolcarás con él entre montículos de espejismos?, ¿alimentarás al perro a base de escorpiones pasados por fuego? dime Feicq, ¿huiréis tú y Flux a un mundo nuevo de soledad y desabastecimiento?

- Aparta. Necesito más limpiacristales y un paño de esos que atrapan el polvo.

- Cobarde hijo de puta.

- Y no necesito ningún mapa de carreteras, cruzaré el desierto con los ojos cerrados.

- Colgado y cobarde hijo de puta. Sabes, acabarás en la cuneta, pinchando, maldiciendo astros y gritándole a tu perro, callándole el hocico, entérate, rezando todo lo que sepas rezar a tu mierda de colgante de artesanía precolombina, sí, acabarás llorando y apretando con fuerza ese patético colgante. Tarado y cobarde hijo de puta.

- Quédate con los peces. Sé que sabrás darles de comer a sus correspondientes momentos del día.

- Limpiar la caravana y cruzar el jodido desierto, esa es tu forma de encarar el nido de suciedad al que me has arrastrado, a esta mierda de ciudad, infecta, poblada de consumidores de ondas de sonido, a este lodazal de adolescentes que se desmayan en mitad de los parques, nada más salir de sus portales, aquí, a la cuna del glitch, a joderme la vida, a deshacer las maletas y rehacerlas, a coger tus putos productos de limpieza, a encerar tu amado cachivache y a perderte por el maldito desierto. Es todo muy romántico Feicq. Es todo muy sublime y romántico. Eres la completa imagen del prototipo de hombre que afronta su destino, sí, es eso, eso eres tú. Eres tú en calidad de ser patético y miserable, tú en versión romántica, tú contra el mundo. Es enternecedoramente repugnante.

- Míranos. Mírate en el espejo. Ese vestido siempre me pareció de lo más tú.

- Volverás, valiente hijo de puta, volverás. Y no seré yo la tonta que esté aquí, esperándote, sí, eso esperas¿verdad?, que esté sentada, con una pierna encima de la otra, preparada para arrancarte los restos pegajosos de lágrimas y mocos y sangre. Y una mierda Feicq. Y una mierda.


- Una llamada. Haré solo una. Cabina nº734560291P. Búscala. Utiliza un sistema explorador. Carretera comarcal. En el último cruce. El último cruce del último desvío.

- Por el amor de Dios, Feicq, escúchate. Todo esto que dices de forma tan patética empieza a adquirir tintes surrealistas que hacen que experimente sentimientos de miedo y repulsión hacia ti, hacia tu salud mental. Despierta. Deja de actuar como si esto fuese atrezzo.

- Necesitaré todas las cintas de cassette. Los libros. La videoconsola. Necesito klínex, no puedo salir ahí afuera sin klínex, Karen, sabes que no puedo.

- Claro que no puedes, jodido imbécil, tonto de las pelotas, ni siquiera eres capaz de limpiarte el culo con papel higiénico comprado por manos ajenas, entérate, no admites royos que no hayan sido adquiridos mediante el contacto de plástico de tu tarjeta de crédito. Si de verdad quieres sentirte como un hombre empieza a demostrarlo y déjate de gilipolleces.

- No necesito el mapa de carreteras, puedo cruzar el desierto con los ojos cerrados.

- Vete a tomar por culo.

- Limpiar la caravana, Karen, cruzar el desierto. Ya te lo he dicho.





31.3.13

CHAT ROULETTE 2º ENTREGA



Argelia: Comercia con hachís afgano. Consulta mensualmente su bandeja de correos electrónicos, carteando noticias entre familiares que viven a más de 2.000 kilómetros de distancia. Hace 4 días compró por e-Bay una Game Boy Color, verde, por 10 dólares, para su sobrino, de 10 años.







U.S.A.:  Vive en la Northeast 21st Avenue, en Portland, Oregón. Sus dedos juegan con las cuerdas de un chelo que su difunta madre compró en un arranque artístico de intenciones decorativas. Cena a eso de las 7 y media de la tarde, siempre.





Turquía: A veces busca la correcta posición del Sol en el cielo, cuando realiza el salat. No son cinco veces al día porque a veces, enfadado si su hijo mayor [que trabaja de informático] coge un avión y aterriza en el aeropuerto de Menara, bebe hasta que se excede y desestabiliza y entonces pierde la noción dividida, pentatónicamente hablando, del tiempo.





Austria: Pensó en la palabra aplicación y en la palabra android por separado y después las pronunció de seguido; más tarde cerró los ojos. Se despertará a las 05:28 a.m., con la boca muy seca, los ojos allamarados, el músculo cuádriceps de la pierna derecha en cosquilleo envolvente, narcótico, adormecido.





Argentina: Estudia las diferentes categorías y etiquetas que el mundo del porno pueda indexar. Todavía no ha encriptado su IP. Dentro de un mes y cuatro días conectará su portátil a la deep web.





Alemania: Su nombre es Norma Lassai. Norma Lassai.





Italia: Fotografía a niños tercermundistas en plena iluminación tecnológica. Les da Game Boy Colors y entonces captura sus rostros de fascinación. Compró los servicios de mujeres mayores de 50 años, abuelas que firmaron un contrato en el que aceptaban prestarse al encierro de 90 días en un chalet adosado de una urbanización residencial, equipado con todo tipo de instrumental doméstico, señoras conectadas únicamente al exterior mediante una Blackberry y su sistema de mensajería whatsup. Llama a su expresión: estética de tecnopobreza.





Suiza: Ayer vio, a través de un canal de Vimeo, a la actriz Tilda Swinton encerrada en una caja de cristal, dentro de las instalaciones del museo MoMA. Actriz dormida en el interior de una caja de cristal. No puede dormir pensando en esa idea. Actriz dentro de caja de cristal; 3.00 x 1.80 cm.






22.9.12

PISTA DE AUDIO Nº 35; GRABADORA SAMSUNG DE ROBERTO GUEROA


Mi querida chica M: ¿recuerdas el día en que aparecí con un extraño ataud debajo del brazo derecho?, ¿conservas el momento en que diseccioné aquel cuerpo con destonilladores y vastas dosis de minuciosidad? Semejante disco duro, pieza maldita de coleccionista pervertido, acabó por adaptar la forma de un agente vírico: Principio de Infección dentro de las esquinas de nuestra historia de convivencia. Como esos archivos dañados y escondidos carpeta tras carpeta. Hizo que te perdiese. Es rídiculo. Ahora mismo lo sujeto debajo del brazo: el disco duro. Exactamente idéntico a la diapositiva en la que entro en el cuarto amarillo una tarde de invierno con un ataúd debajo del brazo derecho. Sólo que ahora no hay ningún ataúd. Está mortecino, desnudo, con el cable de USB a mini-USB todavía enganchado a su cuerpo y colgando del mismo. Vamos imprimiendo un fino reguero de sangre en la tierra seca, terreno yermo cuyo color recuerda al de los moratones, tierra dura pero que sin embargo da la impresión de estar a punto de deshacerse, como bolas de piedra arenosa, o así lo interpretan estos pies descalzos. Acabo de lamer suavemente restos de sangre adheridos a las uñas. Sangre del más puro sabor metálico con la que puedas enjuagarte. Líquido de enjuague bucal para esta boca deshidratada que desde aquí te habla. Que desde aquí, a veces, enfrente de la grabadora de voz, susurra tu nombre. M. La verdad es esta: negocié en una tienda ilegal de órganos de computadoras el precio del disco duro de un tal estudiante de Bellas Artes y de nombre Lucio, Lucio Costado. Lo reparé. Examiné sus habitaciones, sus documentos, su extensión memorística. Mi querida chica M: ¿recuerdas las noches en que empapelaba la piel amarilla de la habitación a base de planos y mapas?, ¿conservas el momento en que me di cuenta de las coordenadas así como de la topografía de este lugar? Mi querida chica M: esto es Ninguna Parte. Una planicie árida y radiactiva, puesta en cuarentena hace unos años y de la que se narran demasiadas crónicas. Desdén Spinoza me ilustró con, sino todas, casi todas. La fuga de unos cuantos materiales potencialmente peligrosos y la posterior explosión explican que la intensidad vibracional de esta zona genere exploraciones clandestinas de productores musicales. Dicen que puedes verlos arrastrar con precariedad baterias y cableados que instalan debajo de tierra. Hay quien vio a niños deformemente desnutridos, chupando raíces de cables arrancadas por entre los recovecos de los relieves más agrietados. Trevor Tesla me contó en una ocasión que aquí han cultivado el glitch más salvaje y ferozmente manipulado que nadie haya tenido ocasión de catar. Algo indomable. Disparos de mareas de convulsiones poderosísimas. Mi querida chica M: busco el manantial del desierto. El núcleo. La Madre Parcela. La fuente original de vibración. Los metros cuadrados que más tiemblen y ahúyen dentro de este laboratorio natural, dentro de este ecosistema de ondas. La materia prima con la que poder curarte, con la que poder curarme, con la que poder curarnos. Busco la ecuación matemática que represente en lo más oscuro de su estructura, en sus dominios codificados, la frecuencia idónea como para no tener que volver a temblar y tiritar y lloriquear fuera de toda voluntad propia y a la espera de un nuevo E.P o doble disco con el que poder liviar todo el dolor que en nosotros han programado, sembrado. Mi querida chica M: voy a dar con el remedio, con la medicina, con el alivio, con el silencio. Sosiego. Aquí respiro sosiego turbado y plutónico. Silencio, también muchas raciones de silencio. No-lugar-Ninguna-Parte. Paradójicamente, y esto es algo de lo que me advirtieron, no experimento cambios físicos o psíquicos. Estoy anulado, reducido a esta marcha. Camino erguido, al igual que una especie de androide estoico, con la mirada colgada, imanizada por el horizonte. El disco duro sigue goteando sangre extra-herrumbrosa. Diviso una familia de buitres allá a lo lejos. A cada paso que doy, a cada piedrecita que me clavo, la vibración del suelo y el cosquilleo que siento en la planta de los pies desnudos aumenta, eleva su fuerza en un zumbar análogo a una hipotética conexión de miles de bafles, subwoofers y diversos modelos de altavoces debajo de tierra. Como si este piso desértico fuese un cuerpo con vida, un cuerpo dormido, a punto de desmayarse: puedo sentir el cosquilleo de su carne, ese cosquilleo que uno siente segundos antes de desfallecer. Como el tembleque de una máquina de rapar cabezas o de una cortadora de césped si se apoya la palma de la mano en ella. Mi querida chica M: el suelo sigue agitándose. Cada vez más ruidoso. Cada vez más piedras. Cada vez más sangre. Cada vez más buitres.




21.9.12

LECCIÓN DE INSOMNIO III


Cuando a la noche le falta electricidad, recurro a mi pasado como si de pornografía se tratase. Paseo en calcetines, batín y calzoncillos a lo largo y ancho del pasillo que comunica todas las haitaciones de la casa y que además es de tarima flotante, de ese tipo de suelos que estratégicamente crujen cuando uno apoya el peso en las zonas cuya superficie se ha dilatado y elevado respecto al nivel del piso. Ando a oscuras por una galería de fotografías doradas [lo de doradas es por los marcos] que certifican que ahí, en algún lugar del espacio y del tiempo, existió mi pasado. Las vacaciones en Dubronik en las que mi mujer porta un bonito vestido de verano azul y en las que mis hijos aparecen como con caras de disgusto. Una instantánea de la pequeña de mis hijas disfrazada con gafas de sol, unos tirantes vaqueros y una gorra de una sucursal bancaria puesta del revés. Mi cuerpo jovial apoyado en una moto con aspecto de Harley Davidson, en blanco y negro. Una boda. Dos bautizos. Cuando a la noche le falta electricidad, recurro a mi pasado como si de pornografía se tratase. Me deslizo a ras de la tarima flotante apoyado sobre mis pulgares [pies] y recorro la totalidad del hogar que poco a poco he ido cimentando, en un esfuerzo rítmico por no mover nada, por no tocar nada que haga que tropiece y detenga estos pasos. Soy una bailarina de ballet en batín y llena de explosivos. Me gusta estamparme, en un espacio delimitado por entre la zona de los pezones y la altura del ombligo, la cinta adhesiva: a oscuras y apoyado en la encimera de la cocina. Es estético, pienso y, como si pudiese verme desde un prisma alterado de mí mismo, experimento unas ganas  terribles de pronunciar esa maldita frase. Es estético: o al menos imprimirle sonido a medio gas si gesticulo en voz baja. No quiero que mi mujer o mis hijos se despierten, no, hoy no. Agradezco el frío pero pegajoso contacto del plástico de los cartuchos en la piel de mi abdomen, advirtiéndome del poder que contienen, la tranquilidad por la que aquí me entrego, por la que aquí bailoteo a oscuras. Me siento como el padre de Laura Palmer. Apoyo la punta del pie izquierdo, flexiono la pierna derecha y hago un giro de trescientos sesenta grados. Danzo pegado a las fotografías porque sé que estoy perdiendo la cabeza. Poco a poco. Quiero paladearlo poco a poco. Como el buen vino antes de dormir. Como las buenas novelas antes de dormir. Como el buen insomnio cuando no duermes. Como las luces que se debilitan y tú las contemplas. Como los pelos que se arrancan al despegar la cinta adhesiva del cuerpo velludo. Como dar escondite a los veintiséis cartuchos de fabricación casera en un bajo fondo ignorado allá por el desván. Como introducirse sigilosamente en la cama de matrimonio que compartes por costumbre y, antes de cerrar los ojos, repetir el mantra del fracasado. Mañana será otro día. Mañana todo cambiará.



17.9.12

MICRO.ARTÍCULO MUSICAL DE SIMON REYNOLDS PARA EL NÚMERO 215 DE `THE WIRE'


ACERCA DE CÓMO WILLIAM BELLOCQ, EN UNA DE ESAS SITUACIONES EN LAS QUE A SIMPLE VISTA NO SUCEDE NADA REVELADOR O SIGNIFICATIVO PERO DE LAS QUE UNO LLEGA A EXTRAER DE FORMA CASÍ MÍSTICA IDEAS POTENCIALMENTE PELIGROSAS, LOGRÓ CONCEBIR EL ESQUELETO DE UN PROYECTO CONCEPTUAL QUE ACABÓ POR CONGREGAR A UN NÚMERO CONSIDERABLE DE ADEPTOS QUE SIN MÁS SALIDA, A PARTE DE EXPERIMENTAR TODA UNA SUERTE VIBRACIONAL DE SENSACIONES CONTRADICTORIAS Y NADA CONCLUYENTES, CULTIVARON LA PREGUNTA CONTAGIOSA ACERCA DE QUIÉN ERA REALMENTE WILLIAM BELLOCQ, LA PREGUNTA CASI CÍNICA QUE SE REPETÍA TODO EL MUNDO ACERCA DE SI REALMENTE EXISTÍA O NO EXISTÍA WILLIAM BELLOCQ.

Después de varios meses ya de decenas de miles de reclamaciones de todo tipo para con la figura del Postproductor Espectral -así lo llaman, en espacios repartidos entre los foros virtuales y las mesas periféricas de cafeterías poco iluminadas, los usuarios y seguidores del mismo-, hemos podido asistir a unas pocas palabras para conocer algo de su historia, de su identidad. La conversación ya se ha filtrado por casi todas las Ciudades-Portales interesadas del e-Territorio. Con exclusión de la fotografía [¿falsa?] -a lo Thomas Pynchon- extraída de la orla de graduación de la generación del noventa de la Facultad de Audiovisuales de la Universidad Invisible de Loolabaloo y la entrevista que se le realizó el pasado martes 16, poco sabemos de William Bellocq. La peculiar interviú se ejecutó a distancia, tal y como mandaba el prospecto: mediante una llamada telefónica. Una llamada telefónica en la que la voz del entrevistado se deformaría -gracias a bajadas de pitch y efectos de reverb- hasta adoptar ese tono que tantos raperos utilizan en sus producciones y del que se dice que se parece a la voz de dios o del diablo. Una llamada telefónica que, bajo instrucciones de W.B., duraría lo que dura en responderse una pregunta. Repito: el tiempo que se tarda en contestar a una sóla pregunta. La cabeza de turco responsable de partirse a sí misma a fin de establecer la quintaesencia mayeútica, esto es, la pregunta par excellence, la interrogación destinada a causar la mayor información relevante posible, corrió de la mano de la gente del sello de Neo-Mille Plateaux, único colectivo con el que el creador del Militarismo Vibracional quiso colaborar en batalla.

Neo-Mille Plateaux: Sabemos de ti lo que se supo de J.D. Salinger o de Burial, lo que se supo de Mahoma o del «caníbal de las sales de baño», al que un policía descubrió arrancando literalmente, a mordiscos, la cara de un mendigo. Sabemos que te gusta, por la confidencia de varios de tus discos, el tipo de conversaciones que la gente mantiene casi por compromiso en situaciones en las que digamos, por poner uno de tus ejemplos, se encuentran encerrados dentro de un coche y todavía quedan muchos kilómetros para llegar al punto rojo que señala el GPS. Sabemos que empezaste en el mundo del sampleo y de los mimetic remixes. Que colaboraste en un proyecto de la FOX cuyos objetivos no están a día de hoy totalmente desvelados pero en el que se sabe que hubo de por medio simios adiestrados mediante conductualismo por sonidos. Sabemos que nunca has actuado en público. Sabemos que has aparecido en muchos carteles de festivales regionales en los que ha sonado tu música y en los que nadie te ha visto. Sabemos que se ha desmentido más de una vez la validez de la imagen que colgaste de aquel chaval de aquella promoción de Audiovisuales. Sabemos que no eres tú. Sabemos que tuviste mucho que ver con el juicio de la War Vibration. Que a raíz del mismo, nadie conoce a ciencia cierta tu identidad, ya sabes, si eres uno o varios, si sigues vivo o preso, si existes o no existes. Sabemos que le pediste una colaboraxión a Thom Yorke que nunca quiso llevar a cabo. Sabemos que últimamente hay comentarios que se enlazan con más comentarios en los que se cuentan historias sorprendentes de curaciones y maldiciones en los supuestos festivales regionales en los que suena tu música pero tú no actúas. Sabemos que únicamente nos permites una pregunta. Pues bien, queremos saber acerca de tus orígenes. Queremos que nos narres el momento más in-trascendente de tu vida, lo que hizo que pensaras en ese tipo de terrorismo del que la gente susurra que practicas. Queremos que nos cuentes el por qué [¿Causa sui?] o el por qué no [¿Causa sui?] de William Bellocq, si es que realmente existe o no existe.


William Bellocq: Yo era de esa generación de chavales que habían cambiado los vaqueros por los astronautas y los astronautas por los discjockeys. De esa clase de jóvenes que dieron su tiempo de ocio a la estética punk, la ciencia ficción y los videojuegos de plataformas y extraterrestres. Recuerdo una noche el sonido del cuchillo contra la madera. A mi madre trozeando minuciosamente colores y formas de verduras mientras yo escuchaba a Carl Sagan hablar sobre el Voyager 2. Mi madre solía participar, casi por necesidad rígida, de varias actividades con una atención colosal en cuanto al reparto de porcentajes de atención. Cortar verduras + ver la tele + hablar conmigo siginificaba un equilibrio periódico del 33.3% de precisa atención sobre las mismas. Siempre fui consciente de aquella democracia receptiva. Yo era de esa clase de criaturas desprotegidas que pueden anticipar el correcto y adecuado comportamiento de sus progenitores según que situación se de, no importa cuál pero siempre, absolutamente siempre, en calidad de progenitores. Supe descifrar aquel patrón de conducta el día en que mi padre entregaba todo su empeño de padre por embelesar mi equilibrio receptivo mediante trucos ilusorios de sombras chinas. Cruzaba los dedos enfrente de un flexo y los retorcía hasta fabricar figuras que, según lo que me decía, representaban al perro Pluto. Sentí pena por él. Por aquel hombre que yo sé que intentaba conquistarme y aún así resultaba patético. Nunca fue consciente de aquello y por eso mismo siempre pude preveer, anticiparme a su comportamiento de padre modélico. Yo era de esa clase de jóvenes que sintieron ganas de llorar viendo los Simpsons al lado de sus progenitores. De los que veían en la tele a Carl Sagan hablar sobre el Voyager 1 y 2 mientras sus madres picaban verduras en tablas de madera y miraban a Carl Sagan y les daban consejos por detrás de sus nucas. Recuerdo que aquella noche, al son de los cuchillos como golpes de intermitencia, escuché por primera vez los Sonidos de la Tierra, grabaciones que un vinilo dorado portó a lo largo de su viaje por la vía láctea, encerrado en el núcleo de sondas espaciales. Recuerdo el canto de las ballenas. Sé que desde entonces hay algo dentro de esos animales que a mí me condiciona, algo que me influye y me vibra si se mete dentro de mi sangre, de mi estómago. Lo sé desde que sentí que, llámalo X, me era lanzado desde el televisor y me traspasaba. Justo en el instante en que a mi madre se le iba de las manos su democracia receptiva de 33'3 periódico y se rajaba un trocito de la piel de su dedo. Justo en el momento en que el canto de ballenas se metió tan dentro de mí que se convirtió en un pitido que hizo que el grito seco y de poca duración de mi madre no sonase sino como por debajo del agua. Justo cuando yo sólo podía escuchar ese pitido y ver la sangre y la cara cabreada de mi madre, creo que ahí supe que sería productor musical. Esa noche no dormí porque sólo podía imaginar la manera en que trocearía música con infrasonidos emitidos por ballenas, música que se convertiría en un himno basado en el influjo que causa la vibración dentro del conjunto complejo de las emociones humanas.



13.9.12

EXTRAÑOS II




   -No sé si eres consciente –cuestiona Ricardus Long-Island- de que William Bellocq no existe. O al menos no participa de la misma manera vital en que tú y yo hablamos y nos colocamos aquí presentes. Al lado de esta montaña de basura y bajo esta noche tan agradablemente no-húmeda, mi querido y pequeño oloroso.
   -… -contesta Axel “el pequeño Axiolítico”, y si esto es así, se debe a que, desde hace unos aproximadamente tres minutos, contempla las formas apagadas pero ligeramente tigresas del fuego mal encendido. Eso y el humo glitcháceo ascendente una vez que sale, como en una pequeña  fuga de gas, de sus gruesos labios.
   -La gente dice que William Bellocq es algo así como un anuncio publicitario. Otros lo odian porque nunca aparece en directo cuando actúa. Es divertido. ¿Cómo se actúa sino es en directo?, ¿existe realmente la actuación? La semana que viene vendrá a la ciudad. ¿Actuará?, ¿no actuará?, ¿querrá que -estoy cansado de repetirte la pregunta –corta en seco A.A.

Y la pregunta era: ¿es cierto que puedes llegar a ser tan imbécil? Axiolítico estuvo a punto de coger una de las redes con las que cazaban los apuntes que caían del cielo y estrellarla contra la cabeza de ese jodido desmañado. Odiaba sinceramente a Ricardus Long-Island cuando aparentaba estar atento y participar de forma activa en una conversación, y en realidad concentraba su atención en redactar mentalmente aforismos absurdos que luego todo el mundo repetiría en los habituales corros de conversaciones basadas en el glitch.

Axel “Axiolítico” sabía perfectamente que William Bellocq no pincharía en directo  en el club Balaclava el próximo jueves. William Bellocq no aceptaría eso. Sus sesiones eran privadas. Un cuarto amarillo, vaporosa luz como henchida de calma. Sosiego. Sosiego y soledad.

Arrojó un montón de apuntes inutilizables a la hoguera, y el fuego avivó el equilibrio de la oscuridad detrás de las tumbonas. Miró a Ricardus del mismo modo en que se miran dos ancianos mayores y le dijo:

     -Si sabes tanto acerca de William Bellocq, dime, cómo es que nadie puede memorizar ni un solo trozo de sus canciones. ¿A caso existen esas canciones?
    -William Bellocq es bueno –proclama con lentitud premeditada R.I-L, acomodándose con torpeza pero sin posturas forzadas en un sofá agujereado y húmedamente amasado por restos fósiles de cerveza templada y, sin apartar la vista de la luz tigresa y tibia, dice que W.B. es el nuevo mesías. El superhombre. La suprema redención- dicen que te cura y te limpia más que ningún producto químico de limpieza de la mejor marca posible.
   Ahora Axel no se puede contener. Coge la red en un rápido movimiento y golpea a Ricardus en toda la nuca. Ricardus no se inmuta. Sigue sonriente, observando las llamas, se mece como si su cuerpo fuera un alga en el fondo del mar.

   -No sabes nada de eso. ¿Por qué iba a curarme y no hacerme enfermar?- Axel cogió otro puñado de apuntes de la bolsa de basura que tenía a su lado y los echó un vistazo. Siempre tenía esa costumbre.
   -Escuché en el skate park que la War Vibration ha incorporado a un nuevo miembro entre sus filas. Lo llaman el Black&Decker y dicen que si escuchas uno sólo de sus temas, aunque sea durante medio compás, quedas maldito, durante minutos que parecen horas y que a su vez si las asumes como horas dan la sensación de convertirse en días, semanas tal vez, meses humildemente fabricados con tortuosas repeticiones de frases estúpidas sacadas de vete a saber dónde. Puede que incluso años de ristras de melodías absurdas y enfermizas de cabecera de programa regional de radio repitiéndose y clavándosete en los poros como una taladradora, como una auténtica Black&Decker.
   -La War Vibration… –pronunció e hizo una pausa A.A., gustando de provocar el amago significativo que insinúa acatamiento de las reglas del juego de mascaradas mistéricas y artificiales de Ricardus Long-Island-…el mundo en manos de unos pinchadiscos simiescos. La raza humana a expensas de gente que te lanza vibraciones, vibraciones como las que recibieron aquellos dos chicos que cayeron fulminados, colgando de cables atirabuzonados, ya sabes, esos míticos cascos de sonido que sirven como herramientas de juicio mediante las que comprar o no comprar el producto solicitado y que pueden ser utilizados en centros comerciales de calles comprometidas, vibraciones a las que se expusieron sin ni siquiera tener consciencia, las mismas que te contagian, te degeneran y muy sensualmente, se diga como se diga, te dependizan. Ondas en movimiento que seducen pero que enferman. Buenos y Malos. Sádicos y Sanadores. Ángeles y Vengadores. Superhéroes y Supervillanos. Me gustaría hacerles saber a todos esos DJ’s que estoy hasta las pelotas de su maldita guerra. A ellos y a los jodidos imitadores y primitivos y anarquistas gramaticomilitares. Odio en especial al padre del sin sentido realista, ese líder melenudo y adicto a la marihuana al que comparan con Kurt Cobain.

Bastante después de haber ido desapareciendo, como restos de vapor de ducha, las cada vez más apagadas sentencias del discurso de A.A., entre el calor que hubo provocado la verborrea desatendida de Ricardus y varios [bastantes] intentos por hacer funcionar el mechero, el mismo A.A. leyó superficialmente uno de los bastantes papeles que tenía en las manos. Al parecer eran apuntes de una asignatura de Lógica, de primero de Filosofía. Estaban llenos de ceros y unos. Los lanzó al fuego inmediatamente y pensó en la vibración. Casi todos los jóvenes de su edad temían estar contagiados. Desgraciados. Picores en la espalda, insomnio inducido por la sobresaturación muscular o el agotamiento inusual eran algunos de los síntomas que varias personas decían padecer. Luego empezabas a morir.

Aquello había asustado bastante a Axiolótico y había convencido a Ricardus para largarse de la ciudad, juntos, cuanto antes. Al fin y al cabo ambos habían anunciado en más de una ocasión el cansancio que ya experimentaban con la vida en dicho hábitat. Hacía un par de meses que habitaban aquella casa abandonada, plena de vacío, en especial de vacío tanto vibracional como humano. Un tipo extraño les había hablado de ella una noche en San Justo. Les dijo que él había estado allí el año anterior durante unos cuantos meses, y que nunca fue molestado por nadie. Era fantástico porque era un lugar podridamente remoto. Sí ellos querían pasar una temporada sin sobresaltos, alejados del centro y de la plaga de vibración, aquella era la mejor opción. Es como estar en ninguna parte, les aseguró aquel hombre. Ahora Axel y Ricardus Long-Island lo certificaban. Ahora, para recibirse a su nuevo hogar, utilizaban esa denominación. Ninguna Parte. A una hora en bici de los polígonos industriales, donde la ciudad empieza a tener nombre. Cruzando la vía del tren abandonada. En caminos que apuntan hacia el norte. Así llegarás a mi casa. Ninguna Parte.

  -El anterior inquilino de Ninguna Parte me dijo que hay quién piensa, incluido él mismo, que William Bellocq no es uno sino varios. Yo le dije que lo más probable es que la identidad de W.B. respondiese a aquel tipo al que metieron en la cárcel, el hombre mudo, el puto Fred Korok. Roberto Gueroa, antes de marcharse, en el último apretón de manos, porque hubo más de un intento, recalcó que mucha gente piensa que sigue vivo y que es uno. Que sigue por ahí, rodeado de extraños como nosotros y oculto, oculto como nosotros, en Ninguna Parte.



11.9.12

PISTA DE AUDIO Nº 41; GRABADORA SAMSUNG DE ROBERTO GUEROA




Que no colaras las naranjas cuando las exprimías y que seguidamente te sentaras para abrir tu Facebook es algo que no compartía pero que contemplaba cada mañana con la misma seriedad con la que un vigilante de noche finge si rodea, repetida y mecánicamente, un edificio cualquiera. Que la pulpa del zumo se convirtiera en un bigote brillante y luego se secara poco a poco escondía algo para lo que nunca tuve adjetivos. Que todas esas madrugadas en las que desaparecía y pintaba círculos rojos con pintura fresca causaran en nosotros la disolución y consumo de nosotros, es algo que pese a toda mi parafernalia, nunca podré negar. Que coloreara círculos rojos tanto en carreteras como en los patios traseros de centros sociales fue cosa de Desdén Spinoza y, pese a mis torpes excusas e historias increíbles, es algo que aún no comprendes, algo que ni siquiera llegaste, ni pese a los folios desparramados que nunca ojeaste por curiosidad y con los que amanecía casi todos los días en el cuarto amarillo, a sospechar. Que te quedaras dormida viendo la tele era un artefacto emocional que casi cubría por completo, con una extraña sensación de autoconsciencia que no llega a ser del todo autoconsciencia, las paredes amarillas del salón. Que yo te contemplase acababa siendo un juego de sombras y luces tartamudas. Que yo jamás te quitaba ojo; que puedes no creerme; que es justo. Que las bibliotecas se llenaron de jóvenes manchados con infecciones y heridas a causa de la vibración sonora y los efectos fisiológicos del glitch. Que tú fuiste una más. Que yo fui uno mas. Que vi cómo enfermabas. Que viste como enfermaba. Que te curaste. Que me curé. Que volviste a enfermar. Que volví a enfermar. Que, y puede que suene arriesgado, definitivamente nos curamos. Que a veces, cuando camino por los poros agrietados de esta planicie cuyos olores parecen guardar el equilibrio nauseabundo de un hábitat natural construido a base de ceniza de deshechos químicos, dudo y pienso que tal vez no. Que tal vez nunca enfermamos. Que tal vez y por ende, nunca llegamos a sanar por dentro.